Nombre:
Francisco Serrano Rangel
Origen:
Oliva de la Frontera (Badajoz) 1970
Identidad:
Psicólogo, escritor...
Enlaces:
https://www.facebook.com/fran.serranorangel https://twitter.com/FranSerranoPsic
https://www.instagram.com/franserranorangel/
Contacto
Fran Serrano Rangel vive en Badajoz, aunque nació en Oliva de la Frontera, pueblo al que sigue muy vinculado.
Empezó a realizar sus primeras publicaciones en el instituto en algunas revistas juveniles. Estudio psicología en la Universidad de Salamanca, y fue en su facultad donde ganó su primer concurso de cuentos, además de poner en marcha y coordinar las revistas de psicología.
Ha desarrollado su carrera profesional en diferentes ámbitos de la psicología, principalmente en el ámbito social y sanitario. Como miembro del Grupo de Análisis de la Realidad Social de la Universidad de Extremadura ha participado en diferentes proyectos e investigaciones.
Fue miembro fundador de la Asociación Extremeña de Terapia Familiar y de la Escuela de Terapia Familiar Milenia, y actualmente el secretario de la Federación Nacional de Terapia Familiar.
Cuenta con una dilatada experiencia como formador en temas de psicología.
En la actualidad es director del Centro Psicoworking en Badajoz, donde ejerce como psicólogo y psicoterapeuta. También trabaja en la Fundación Atenea, en el proyecto Caixa Proinfancia, y en la Asociación Cuéntame algo que me reconforte, dedicada a elaborar cuentos para niños en cuidados paliativos.
Ha ganado diferentes premios de poesía y relato, entre los que destacan:
Insert coin (del libro Photopoesía, La Espiral, Caja Badajoz)
Aunque resulte extraño
te sigo echando de menos, eres
una máquina tragaperras
y yo el tonto que sigue echando monedas
porque de vez en cuando devuelves alguna
echo de menos los vaivenes de tus pasillos
el café espeso y la cerveza fría
puerta y ventana de días intensos, llenos
de lo que somos, máquinas de transformar
comida en mierda y tirar de la cadena
ya casi lo tenía superado, resiliencia
que llevo encima siempre, pero
siendo sincero, te busco en sueños
y en despertares, en los murmullos
de la gente y las caricias del tiempo
y eso que me echaste a patadas y
a picotazos de cuervo, eso sí
con una contundente sonrisa y un
hasta luego no te alejes demasiado
te contradices, y yo, claro
que me paro en el país de las maravillas
por mirar atrás de vez en cuando
apaga tus lucecitas y tu canto de sirenas
este molino está buscando otras aguas
porque, si me dices de nuevo insert coin
estoy perdido.
Cuando te vayas (del libro Recordándote, Asociación Itimad, Certamen Romayquiya, Sevilla)
Cuando te vayas
(por si tardas)
deja un coro de niños
por la mesilla
que canten despacio
al despertarme
en una silla
deja un violín
y una lira
cualquier cosa con cuerdas
que yo pueda atarme a ellas
para esperarte
una flauta travesera
sobre el sofá
y un leve soplido que recorra la casa
y que suene al azar en cada noche
por el pasillo
deja notas entrelazadas
para que puedas volver
o yo pueda buscarte
por los ritmos de tu ausencia
y el piano en el jardín
¡no puedes llevarte el piano!
y si una tecla se pierde
cuando vuelvas
no pienses que la he robado
se habrá roto de llamarte torpemente
y deja también esa alegre guitarra
sobre mi pecho
y coloca mis dedos dulcemente
sobre sus cuerdas
y no olvides dejarme
una púa de marfil
ya que te llevas mis uñas en tu espalda
y cuando cierres la puerta
hazlo tres veces, o cuatro
y la última sostenida
y simula esa melodía
que jugaré con su eco al escondite
mientras tanto.
Cuando te vayas
(por si tardas)
llévate el resto de la orquesta
si quieres
pero silba, amor
silba para dejarme, sobre todo
la partitura de tus besos.
Perlita (del libro Sonrisa de Gato. Editorial Jirones de Azul. Sevilla)
Me llamo Perlita y soy una gata. Vivo en un piso con terraza en las afueras de Madrid. Tengo un ser humano en casa, aunque le dejo salir y está casi todo el día fuera. Se llama Susana, es una hembra, y tiene unos ojos grandes y bonitos y una piel muy suave. Por lo general es bastante cariñosa, aunque a veces se enfada y parece otra. Cuando llega del trabajo solemos jugar un rato, yo la araño pero despacio, con las uñas recogidas, y ella me aprieta el cuello con sus manos, pero solo un poco, que la tengo enseñada. De vez en cuando viene alguna visita a casa. La que más me gusta es su amiga María. No me hace mucho caso, pero habla mucho, y yo me acurruco a sus pies y me adormezco con sus palabras. Es un no parar de hablar desde que llega hasta que se va. Siempre tiene problemas, con sus novios, con su familia, con el trabajo. Es que hay humanos que se complican mucho la vida. También a veces viene su hermano Luis, le da un achuchón, a mí me hace unas caricias y se va. No tengo nada contra su hermano, pero por su culpa empezaron los problemas. Un día trajo a casa a un amigo, Ernesto. No me gusta ese nombre porque es difícil de pensar. Los humanos deben tener nombres fáciles, para llamarlos y que atiendan y te entiendan. Tampoco me gusta como es. El primer día me miró con desconfianza, ni caso. Luego, cuando se sentaron a tomar café, y el hermano se fue, y empezaron a decir tonterías y a reírse de cualquier cosa y a contar intimidades y más cosas, él hizo un gesto cariñoso pero forzado. Menudo bicho, me acarició para caerle bien a Susana, para mostrar su inexistente lado sensible, para camelársela, vamos. Pero a mí no me engaña ese tío. Solo hay que mirarlo a los ojos fijamente. Luego, claro, como le arañé un poco la mano, pues empezó a mirarme peor. Yo quería que se fuera, pero Susana me echó una pequeña bronca y se puso a mimarle la mano. Hasta fue a por alcohol y algodón y se puso a curarlo. Qué ofensa, ni que fuera una gata callejera y sucia. Mis uñas no salen de este piso, que huele a detergente con fragancias de los bosques de no sé dónde, y la única suciedad la traen los humanos en sus pies, que son unos guarros.
El caso es que las visitas del tal Ernesto se hicieron frecuentes. Y empezó a quedarse también de noche. Susana había cambiado, estaba como distraída y me hacía menos caso, aunque a veces me cogía de repente en un arrebato de ilusión y me estrujaba contra su cuerpo. Me gusta su cuerpo, es suave y carnoso, y huele a campos de avena y amapolas de mayo. Lo sé porque una vez me llevó al campo de unos primos y olía igual. No me gustó el campo, demasiados bichos sin tener hambre, porque a mí Susana me tiene siempre el plato lleno. Como digo su cuerpo es una gozada, no me extraña que el tal Ernesto quiera dormir con ella, claro. Ya por las noches no me deja dormir en la alfombra. Cierra la puerta del dormitorio y me deja fuera. El sofá es cómodo, pero una gata necesita el calor humano cerca, por eso los tenemos, si no, pues viviríamos sin ellos. Eso no se hace, pero en la convivencia a veces hay que aguantar cosas. Y la culpa al fin y al cabo es del tal Ernesto este, que encima sale por las mañanas con una sonrisa de desprecio. Yo ni caso.
Pero hoy estoy un poco preocupada. Ayer discutieron y él le pegó una torta. Me hubiera gustado ayudarle pero me asusté y me escondí debajo de la cama. Él gritaba mientras ella lloraba y después se fue dando un portazo. Luego Susana me cogió y estuvo acariciándome mucho rato. Yo le correspondí con mi ronroneo especial y al final nos quedamos las dos dormidas en el sofá. Él la ha llamado esta mañana, después ha estado aquí, golpeando la puerta. Podía olerlo y puedo asegurar que estaba enfadado. Al final ella le abrió, y eso que yo me crucé entre sus piernas para que no lo hiciera. Él entró como una furia y volvieron a discutir, y él volvió a pegarle. Menos mal que en el último golpe ella se quedó en el suelo, como dormida. Susana es muy lista, y seguro que lo hizo para que no siguiera pegándole. Después él me pegó una patada a mí, que todavía me duele el costado, y cuando quise arañarle ya se había ido. Ahora estamos las dos solas, pero yo sigo preocupada. Susana no se mueve, pero está viva. Los humanos solo tienen una vida, no como nosotros, y tienen que cuidarse y tener cuidado con quién se juntan. Y es bueno que tengan algún animal cariñoso cerca, por si acaso. Yo le estoy dando calor, y le he limpiado la sangre de la cara, y ahora está más guapa. Sólo necesito que despierte y me haga unas caricias y yo le arañaré con las uñas recogidas y ella me apretará el cuello, pero solo un poco, que la tengo enseñada.