Nombre
Antonio Reseco González
Origen
Villanueva de la Serena (1973)
Identidad
Poeta, narrador y traductor...
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Contacto
Villanueva de la Serena (Badajoz), 1973. Poeta, narrador, traductor y editor. Es Licenciado en Derecho por la Universidad de Extremadura. Ejerció la abogacía durante un breve periodo. Desde el año 2000 hasta 2016 trabajó en la empresa privada. En la actualidad trabaja en la administración. En 1999 participa en la formación del colectivo cultural Porticvs dirigiendo sus cuadernos literarios. Es cofundador de la Editorial Littera Libros de la cual ha sido director editorial entre los años 2005 y 2011.
Numerosos poemas y relatos suyos han sido publicados en diversas revistas literarias como Ala de mosca, Turia, Quimera, El Espejo, La hoja azul en blanco, Alcántara o Ventana abierta. Miembro diversos jurados, dirigió el Taller Literario de Cabeza del Buey los años 2013 y 2014 y el Taller Literario de Miajadas, 2019. Obra suya ha sido traducida al portugués, catalán e inglés.
Entre los años 2015-2019 ocupó el cargo de vicepresidente de la Asociación de Escritores Extremeños.
Gases y sólidos es un ácido compendio de aforismos.
Antonio Reseco, natural de Villanueva de la Serena (1973), es poeta, narrador, traductor y editor. Licenciado en Derecho por la Universidad de Extremadura, fue cofundador de la editorial Littera Libros, que dirigió entre 2005 y 2011. Ha publicado Un lugar conocido (2002), Anotaciones del viaje (2005), El otoño cotidiano (2005), Geografía (2006), Huidas (2009), Dickens no tiene corazón (2012), London Bureau (2012), El conejo, la chistera y el mago sin memoria (2012), Casi no existir (2015), Posdatas (2017), El café portugués (2018), Lo que no será (2021), Equilibrios (2021) y El tiempo de los transatlánticos (2021). Textos suyos aparecen en antologías y libros colectivos como Invitación al viaje (2006) o Streets where to walk is to embark (2019).
Traducciones
Obra colectiva
LIBRERÍA DE VIEJO
En los anaqueles
de la tienda de John Dunsdale
el color desabrido de lo inevitable
disfraza las manchas del tiempo.
Como en el osario de un cementerio,
el polvo protege el esplendor
que despreció la ignorancia.
No se olvida lo que no se supo.
Sin embargo, siempre hay visitantes
que acarician el lomo de algún libro
con la promiscua curiosidad del azar.
Imagino también al sabio Doel
hurgar en las estanterías del 84 de Charing Cross Road
para satisfacer los pedidos que Helen Hanff,
entre descarada y encantadora,
realizó durante lustros,
o utilizar sus contactos en la industria
para conseguir lo imposible
que era, por supuesto, lo necesario.
A través de los ventanales,
arrancados de cuajo al ladrillo victoriano,
puede verse un gorrión jugar con las guijas del suelo.
La luz se antoja insuficiente
para identificar el nombre de los aquí desterrados.
El bueno de John Dunsdale, capaz
de contagiar su vida a tanto desapego,
sabe en lo más profundo de su ser
que esconderse no es morir,
tan sólo envejecer.
Imagino, sí, a Frank Doel
responder con educación británica
la correspondencia de Helen Hanff
que, a más de cinco mil kilómetros,
amaba Londres con la pasión
que sólo los libros pueden inculcar.
No es precisa la clasificación,
el destino es un orden válido.
Cruje el esqueleto de la tarima
como un despertador que previene
a la tinta perezosa de las dedicatorias.
El ambiente, húmedo y añejo, contrapone
en su metáfora de principio y fin,
el aroma de la piel del niño
al olor premonitorio de la piel del anciano.
A través de los ventanales
el capricho del invierno inglés
vacía las sombras sin escrúpulos
e invita a comprender
que todos estos libros son más que huérfanos,
que todos estos libros
jamás fueron escritos por nadie.
Huérfanos quedaron también
en Marks & Co. Libreros
cuando se perforó el apéndice de Frank Doel
y abandonó este mundo
para fundirse en un abrazo con Helen Hanff
sobre su alfombra cubierta de cartas
y ejemplares de ediciones baratas.
Quizá el viejo John Dunsdale
tenga pensado desertar de estos anaqueles
donde, a pesar de la impresión del visitante,
cada palabra encaja en su justo lugar,
como fósiles en la carne de la tierra,
como los clavos en el ataúd de Jacob Marley.
De London Bureau, 2012