Nombre:
Fernando Pérez Marqués
Origen:
San Vicente de Alcántara 1919-Madrid 1993
Identidad:
Maestro, escritor, agricultor
Enlace
Nació Fernando Pérez Marqués en San Vicente de Alcántara el 11 de mayo de 1919.
Hacia 1929 se trasladó con su familia a Badajoz, donde prosiguió sus estudios de bachillerato y más tarde los de maestro. Pero San Vicente no fue borrada de los afectos ni del imaginario del escritor: significativamente, el primer texto suyo publicado se tituló “Ante el altar de los Caballeros de Alcántara”.
Fue aquel el primero de una larga serie de artículos literarios que iría publicando en las páginas de los periódicos: preferentemente en Hoy de Badajoz y el ABC de Madrid. A este género orientó la mejor y mayor parte de su producción literaria.
En 1953 era maestro titular en Santa Marta. Allí se casó con Celestina González. Y fue en Santa Marta, donde FPM vivió su etapa de plenitud profesional y en donde desarrolló también lo más genuino de su vocación creadora: investigaciones, ensayos históricos, estampas y artículos literarios.
En cuanto a su labor docente, intentó siempre despertar el interés de sus alumnos por su entorno y el desarrollo de sus aptitudes y aficiones. De ahí la importancia que le concedió a las actividades extraescolares. De todos estos desvelos obtuvo FPM hermosas gratificaciones, de las que cabe destacar La Cruz de Alfonso X El Sabio, la más alta distinción que se concede en el ámbito docente.
Antes de su definitivo traslado a Badajoz había dejado en Santa Marta otra muestra de sus preocupaciones sociales: un eficaz contribución a los difíciles trámites fundacionales de la hoy pujante y modélica cooperativa vitivinícola “Santa Marta Virgen” de la que fue co-fundador.
Hacia la década de los sesenta, ya en Badajoz, FPM continuó publicando artículos literarios en diario HOY, por aquellos años seriados bajo el epígrafe "Postales de Andar Extremeño", desde los que desentrañaba la "intrahistoria" de nuestros pueblos. Más tarde comenzarían a ser más frecuentes sus colaboraciones literarias en ABC y la Revista de Estudios Extremeños.
Fue por entonces cuando se le encomendó la creación y dirección del periódico del Magisterio que él mismo denominó Faraute. A fines de los setenta, Fernando Pérez Marqués, antiguo vicesecretario de la Institución "Pedro de Valencia", de la Diputación de Badajoz, pasó a ser Secretario de la Revista del Centro de Estudios Extremeños, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento.
Fue también a comienzos de los ochenta cuando se decidió a la publicación de algunos libros. Dio así a la luz De Extremadura cuatro esquinas de atención, El Alcornoque y el Corcho (coautor), Espejo Literario de Extremadura y la selección de textos para Reflejos de la Memoria, por encargo de la Presidencia de la Junta de Extremadura, su último trabajo concluso, publicado en 1992.
La muerte sorprendió a Fernando Pérez Marqués el 24 de julio de 1993 cuando tenía en preparación la obra que sobre el Guadiana en la Literatura, le había encomendado la Confederación Hidrográfica, así como una monografía sobre la historia de Santa Marta, con la que deseaba obsequiar a una localidad que por su dedicación a la escuela, a la cooperativa rural, a la investigación de su geografía y su historia y por su fiel y amorosa residencia en ella, había nombrado a Fernando Pérez Marqués su "Hijo Adoptivo"
Libros
Trabajos en revistas
Artículos en Prensa.
http://www.perezmarques.com/escritos-articulos.php
Otras referencias
VIAJE A LA EXTREMADURA ESENCIAL (fragmento)
Viaje que deberá ser lento, paciente, de tiempo y fatiga, solicitando, buscando esta realidad: la vera efigie de esa gran desconocida que es Extremadura. ¿Me acompañas?
Ahí está, ancha y noble, silente, con cansancio de siglos, debilitándose a más andar, aunque puliéndose, empero, las arrugas para mejor parecer. Huidiza su imagen, la persecución ha de ir por muchos atajos, pesquisando todos los rincones, deteniéndose aquí, mirando allá. Si te cansas, si te detienes un punto, entre tus manos se escapa; mírala despacio, insistentemente, hasta con impertinencia. Ahora aparece en este río -en el Tajo, en el Guadiana, en cualquiera de sus afluentes; en el escarpado, hondo, caudaloso y "siempre rico y dorado" Tajo; en el ancho, ledo “tortuoso Guadiana” cervantino-, en esa sierra, en aquel valle, en las quiebras y hondonadas de las Villuercas, de espesísimo bosque y fresca verdura, que tanto admiró a Unamuno, nativo de tierras numerosas; en la Vera de Plasencia, región "fértil, placiente y severa", en precisión de prosa azoriniana, que es la más fina sensibilidad literaria para la captación de tierras españolas; en esa calzada imperial cuyo enlosado de siglos se pierde bajo la tierra labrantía; en ese puente romano, acaso ya abatido, roto, o todavía desafiante, asendereado; en aquel menoscabo camino ancho y herboso, cañariego; en esa llanura de nutritivo pastizal de La Serena, la gran dehesa de España; en los campos ubérrimos, mollares y rojos, primorosamente cultivados, de la Tierra de Barros; en la recia y callada silueta forestal de la encina y el alcornoque de los parajes adehesados, serranos, colindantes con Portugal, que durante siglos dieron cálido aliento a los hogares españoles y engorde a la cabaña que asegura la pitanza nacional. Acércate, pues...
¿La has visto? En parte tan sólo. Sigue hasta una cualquiera de sus ciudades, hasta un pueblo; hasta ese pueblo cuyo caserío tendido está en la llanada o al socaire de una colina encastillada; transita sus calles, sus plazas, entra en sus templos, en sus santuarios, en sus monasterios; visita los obradores, los alfares, las pequeñas y raras industrias,' charla e inquiere. ¿Hay poyos de piedra en el atrio de las iglesias, para reposar? Poco a poco, miras en torno. Se afanan humildemente los habitadores; gente sencilla, severa. Quizá te miren con curiosidad, extrañadamente, como también tú eres curioso, cada cual a su manera. Mas, si interesa un dato, si requieres la señalización de un lugar, te abren en seguida una cuenta de servicio y cordialidad.
Preguntáis: "Oiga, para ver el torreón medieval, el rollo pintoresco, las casitas de portada ojival, el ámbito de una callejuela empedrada con gastados guijos donde hay una casa solariega, y cuyo nombre antiguo, dulcemente evocador, ya sin lápida, inscrito está solamente en el recuerdo de los ancianos, ¿por dónde se va?". O te atreves, quizá, a preguntar dónde nació determinado político eminente, o un ilustre poeta, o un conquistador famoso, o un varón rico en virtudes y ciencia...
-No, mire usted, de eso no hay ni rastro; aunque yo tengo oído decir…
-Eso -terciará a la sazón alguien- tal vez lo sepa...
Y entonces os encontraréis con que un amable interlocutor os lleva y os trae por la población, os muestra las doradas piedras, refiriéndoos viejas historias desvaídas -y de las que acaso vosotros llevéis unas notas más precisas y documentadas en vuestra cartera-, costumbres ancestrales, curiosidades inesperadas, melódicas canciones locales, lindezas expresivas, dichos y leyendas. Y vosotros vais tomando buena cuenta de todas esas noticias, de todas vuestras propias advertencias, de todas vuestras fabulaciones y ensueños, y que luego, debidamente pasadas por el zarandón selectivo según sean vuestras preferencias, quedarán en el recuerdo como lo más trascendente y esencial de vuestro afán turístico, viajero.