Nombre:
Félix José Ortiz Vivas
Origen:
Madrid (1964)
Residencia actual: Zafra (Badajoz)
Identidad:
Profesor y escritor (Poesía, Ensayo, Artículos, Relato breve).
Enlace web editorial:
https://editorialcirculorojo.com/autores/felix-jose-ortiz/
Contacto:
Félix José Ortiz Vivas (Madrid, 1964) es licenciado en Derecho por la Universidad de Extremadura y hasta 2024 ha ejercido la docencia en el IES Cristo del Rosario de Zafra, la localidad donde reside.
Participa activamente en los movimientos culturales que confluyen en la que se conoce como «Movida cacereña» de los años ochenta, como jefe de redacción y colaborador de la revista literaria Oropéndola, dependiente del Servicio de Extensión Cultural de la Universidad de Extremadura, en cuyas páginas comenzaron a publicar numerosos nombres que forman parte de la historia de la poesía, el relato y las artes visuales de nuestra comunidad.
Más tarde, y dentro de este compromiso con la divulgación cultural, ha sido el responsable de la publicación Hojas de poesía: El almendro de nata / Coprofagia (más sus correspondientes reseñas en el boletín Va de libros), con la que a lo largo de doce años ha tratado de dar a conocer a su comunidad escolar buena parte de la lírica clásica y contemporánea escrita o traducida al español, a través de los casi doscientos poetas que recorrieron sus cincuenta números.
Autor de artículos, notas de lectura y relatos ─aparecía como uno de los más jóvenes escritores incluidos en Alquimia, antología consultada de nuevos y novísimos narradores extremeños, al cuidado de Moisés Cayetano Rosado en 1985─, ha sido finalista en los premios «Cáceres» (1984) y «Sésamo» (1984), ambos de novela corta.
Dedicado desde hace años a la prosa de pensamiento y el ensayo, publica en 2021 su primer libro de aforismos: Desaforismos. Aforismos desaforados y otra filatería proverbial. En Desaforismos explora las posibilidades que este género presenta al lector contemporáneo cuando reflexiona sobre la realidad a partir de las herramientas que el español le ofrece; ese ejercicio verbal se incrementa en 2024 con Flexiones. Inflexiones, reflexiones y otros ejercicios desaforísticos, una vuelta de tuerca a la brevedad de esta expresión clásica desde el humor, la cadencia de la lengua llevada al extremo y las posibilidades de una visión casi estrófica del aforismo.
I. De Desaforismos
El banco sentado en el parque adopta la postura del viejo sentado en el banco del parque, porque en realidad ambos se sientan en el tiempo.
Para el hombre melancólico respirar es un arte.
En el aleteo del susurro la oreja contempla, boquiabierta e inerme, un sibilino escanciado de consonantes.
Hay toses aserradas que parten el corazón.
Estoy nervioso. Tal vez presiento que en algún momento voy a tranquilizarme.
Me pregunto si este sol marchito de agosto contemplará también mi ocaso con idéntica melancolía. Si acaso existirá, para todo y para todos, una sola, dulce, circular y transparente melancolía de la extinción.
Tendría que haber un universo para las cosas y solo para las cosas; una dimensión hiperreal superpuesta donde no se concibiera un reino de vivientes. Donde las cosas amen y las personas sean estructuras químicas sin alma, latidos compuestos de carbono arrepentido: solo un reino de paz.
Advierto, no sin cierta melancolía, este creciente distanciamiento entre mis gafas y yo: mientras que ellas son cada vez más progresivas, yo me bato en franca retirada.
Frente una lengua sucia, una oreja sincera.
Dos amantes de la mano ∞ se sujetan levemente ∞ si inclemente ∞ les falta la gravedad.
Tres tristes tigres comieron trigo en un trabalenguas.
Bien podría el camaleón ser francés: es un lagarto con cedilla.
Las babosas son las encías babosas de las ramas más viejas.
Un estornudo hace llorar, porque un estornudo es una despedida.
El marrón, de pequeñito, siempre quiso ser rosa. Pero le faltó ilusión. O vitaminas.
La paciencia hilvana una atropellada procesión de vehemencias marchitas.
Cuando la luz se penumbra, los sonidos se despenumbran.
Un anciano en la penumbra es un gato de Schrödinger macilento.
Un hombre en una mecedora es un metrónomo de salón.
Un hombre en pie arde con el viento justo de las velas por soplar.
Sigo la pauta de tus pupilas recorriendo los surcos de mi rostro con una avidez metrónoma: ves el drama, nada ofrezco, eso soy.
La beata insomne cuenta ovejas descarriadas
Bajo el abrigo del paraguas retumba un gañido de artejos herbívoros.
Llueve como vuelan aves de agua muertas.
Las abejas usan esas mallas deportivas porque practican la levitación sincronizada.
Fonendoscopio de hilos bramantes.
Dos monjitas del brazo proyectan la sombra campanuda de un Mihura.
Los rosarios de las beatas suizas tienen las cuentas opacas.
Cuando alguien se retrasa, un pequeño reloj de pulsera muere en Suiza.
El viejo tren jadea y resopla como un tigre enfermo: tose con tos felina.
¿Puede decirse que el conductor de un tren a punto de chocarse está en vías de extinción?
Cuando dos se quieren, ¿se pueden?
Desamortajar vehemente una castaña recién asada y palpar su sexo de anciano muerto y mascar su lumbre efímera.
Sobre una mujer desnuda al atardecer gravitan pieles de surcos y cometas con el mapa seminal del universo, como remotos caminos galácteos.
El payaso tenía zapatos grandes y pene pequeño. A los niños les hacía mucha gracia el tamaño.
Cuando, galope redoblado, el pedo furioso, pedo campeador o pedo barbado se viene aproximando al frente de sus huestes a las puertas de Valencia, puede ya sentirse, acuciando la tronera, el herrete de su pendón.
El pedo de ascensor es siempre un pedo huérfano y menesteroso, un pedo de nadie y un pedo de todos, un pedo bastardo, un pedo Caín, un pedo practicado en clínica londinense, un pedo de izquierdas en Burgos, un pedo bujarra, un pedo virgen de burdel, un pedo suripanta, un pedo bisoñé, un pedo de ojetes reservados o pedo de Panamá. El Pedo del Zorro.
II. De Flexiones
Bajo la patita izquierda de la Gran Tortuga mitológica que sostiene al Portentoso Elefante que sujeta al Coloso Atlas soportando en su poderoso cuello el peso abrumador del Universo todo y sus contornos, hay un billete de cinco euros.
Típica broma de galeotes. Entre los aterradores chasquidos de su látigo, el cómitre sigiloso se aproxima por la espalda al reo más exhausto, para explotar la pompa de su chicle de fresa: qué risa.
El vino inglés lleva la uva doble.
La taza del váter tiene piernas prestadas.
En ‘la policía desposó al detenido’, el detenido es el sujeto. Pero en ‘el sermón es predicado’, el sermón no es predicado.
El chico tiene potencial, ¡ya crecerá! —le decían al uno al cuadrado los muy cabrones.
¡Domestícame! —Imploró el esclavo a Saint-Exupéry.
Al enterrador le aburre el exceso de trabajo: demasiadas horas muertas.
Cuando la bombilla cae al suelo, su estrepitoso diminutivo se ilumina.
El choque molar y oclusivo de dos bolas de petanca, a cualquier abuelo le suena a gran jugada. Y a dentadura nueva.
Con la edad, el dueño del puticlub se ha quedado completamente sórdido.
‘Está preñada’: es copulativa.
En Tenochtitlán, la gran capital, se ofertaba un descarnado refinamiento de canibalismo gourmet a base de perros y pobres de temporada.
Parió un desaforismo: a la greguería le faltó oxígeno.
El sujetador ciego del tendedero mira lánguidamente sus cuencas vacías: el que tuvo, sostuvo.
Aún se adivina el delicado abrazo del amante en el pliegue de la blusa tendida.
Las monjas vaticanas disciplinan los cuellos de sus hijos postulantes con gorgueras de batusis.
Con las últimas lluvias, la catedral de San Pedro se anegó tres veces.
Era tan seria que solo le atraía la gravedad. (Era tan ligera: solo la atraía la levedad)
Cada amanecer me atropellan los duelos por los males que infligiré, por los errores que cometeré, por esta puta vejez que me idolatra.
Pero yo no quería andarme con ojo, tan solo que caer valiera la pena.
Aún sigo tratando de recordar aquel tiempo imperecedero en que mi imaginación no desecaba mi recuerdo.
Hay un olvido leal que nos defiende y nos crea. Ese olvido es la gatera de las batallas perdidas.
El objeto cierto de toda jerarquía es la certidumbre, no el acierto.
Un padre inerme detiene las balas con los dientes. Y, a veces, él es la bala.
ERES DE LO QUE NO HAY
Tú eres también la oposición a todo lo demás. Eres el vacío que te rodea y te distingue de los tus que no son tú, eres la oscuridad de tu sombra y el silencio de tu voz y la muerte que te acecha y la ceguera de tu mirada dormida. Eres el tiempo insondable que te precedió y te seguirá cuando no estés. Eres la temperatura y la gravedad que te aprisionan sin rozarte. Eres el torrente de ojos que pudiendo mirarte no lo hicieron, que no lo harán, eres cada ocasión, cada senda descartada. Eres el hueco inmenso entre tus electrones y las coordenadas de los universos y las dimensiones que no te contienen. Eres un sueño de haber sido: eres tu resplandor.
La soledad es una evolución aristocrática de la compañía.
La solitaria es una soledad que se siente sola, y por eso se acomoda al fondo y se adocena en lo blando y no huye, y se enrosca fuerte y no sale ni a por luz. Es la soledad vacía, una soledad hambrienta de ti.
(No te reserves para los postres: el demonio solo sirve el menú de la vida desde que empiezan los primeros, hasta que se terminan los segundos)
(Hay fechas como heridas procelosas: a su través, se ve el mar)
También una mosca atrapada en el tarro contempla las infinitas posibilidades de la vida.
Con soterrado orgullo de padre, el boquiabierto ataúd acoge en sus medidas finitas la primera puesta de largo del niño muerto.
Otra forma audaz y ofensiva de prevenir el sufrimiento proletario: condones.
Para el anciano de ciudad, escuchar su propia voz es demasiadas veces como la visita de un hijo: un inesperado reencuentro.
En el abismo que nos separa cabe Saturno con sus anillos, pero no cabe una palabra.
ANTIDENTITARISMO: Ahora mira al frente, porque un tren desbocado viene hacia ti a toda velocidad y tú estás parado en medio de la vía. Aquí no valen tus bonitos sentimientos, tu dolor mártir o tu indignación, ni retorcerle el brazo a las palabras, ni arrojar a la máquina tu relato de la verdad, ni las proclamas de tu identidad o las de tu tribu, ni quemar inciensos derrideros, no. Mientras sigues cuestionando al tren, el tren avanza y arrolla y ese tren es la realidad: la realidad es el filo del hacha.
Ardió ese tiempo pretérito, simple y perfecto.
Toda madre retiene, presos en las cavernas del alma, a los lobos que ahuyentó por ti.
Mi amigo me pide agua, mi amigo. A mí. Pero yo solo soy un río (un río) y no sé dar agua.
Le llamaron desalmado, y se le quitó un peso de encima
Tanta luz que me descompone, tanta (que la escucho resplandecerme).
La tarde asomada al broquel del pozo exhalaba un hondo verdor de patio.
Las noches tórridas de verano se llenan de hombres en camiseta de tirantes asomados al balcón, como blancos mascarones en la proa de Titanics de extrarradio.
A nadie como al garrido campanero le excita tanto un susurro.
Antes de amanecer, amanece al por menor.
La alegría es una honesta e inexplicable conformidad con lo efímero.
Sabes que ha llegado un buen amor porque lo entiendes, porque se hace de la dimensión de tu herida, porque floreces, en su atávico desvelo.
A lo lejos te veo llegar, y llegar, y ya te acercas. Y mi aplicada tristeza hace novillos.
Acabas de salir por la puerta, y ya me siento cautivo y desalmado.