Nombre:
Eladio Méndez
Origen:
Castuera (1957)
Identidad:
Autodidacta...
Enlaces:
Blog: veturia.blogspot.com
Contacto
Emeritense adoptivo desde su niñez, a principios de los años 80 comienza su andadura literaria formando parte de diversos colectivos culturales como Babel, Ecos de papel o Poetas por la paz, destacando entre ellos Gallos quiebran albores, asociación cultural de la que es miembro fundador. Comienza a publicar su obra poética en el año 89 en la revista “Babel” y desde entonces ha participado en numerosas publicaciones y libros colectivos.
Antologías:
Voces del Extremo, Antología 1999-2011.
Voces del Extremo,Poesía yética (Moguer. 2005)
Voces del Extremo,Poesía y capitalismo (Moguer. 2008)
Voces del Extremo,Poesía y magia (Moguer. 2009)
Voces del Extremo,Poesía y desobediencia (Madrid. 2014)
Voces del Extremo,Poesía antidisturbios (Logroño. 2015)
Voces del Extremo,Poesía y raíces (Logroño. 2016)
Emerita Augusta.(1992) Manantial de secretos.
Emerita Augusta. (1995) Como mágico perfume.
Emerita Augusta.(1996) Canción de una abierta herida.
Emerita Augusta.(1997) Almacén de ilusiones, Baúl de sueños rotos.
Colección Emerita de poesía. (1998) Gallos quiebran albores.
Colección Emerita de poesía.(1999) Inacabable telar de eterna sinfonía.
Colección Emerita de poesía.(2000) Cometa de luna blanca.
Colección Emerita de poesía.(2001) Rizomas.
Colección Emerita de poesía.(2002) Poemario de bitácora.
Colección Emerita de poesía.(2013) Como un río sonoro de manzanas.
Asamblea de Extremadura. (2010) Itinerario Monumental de Mérida.
Universidad Castilla la Mancha. (2007) Perro sin dueño.
Cuadernos de Roldan. (2012) Mérida
Campamento Dignidad, Poemas para la conciencia. (2013)
Ediciones del Lirio. (2013) Alquimia de la tierra.
Queimada Ediciones. (2015) Palabras de barricadas.
Bailes del sol. (2015) Un minuto de ternura.
Sial Pigmalión. (2015) Niños de la guerra.
Caravansari. (2015) Tiempo visible.
Playa de Ákaba. (2016) Refugiados.
Accésit X Premio de poesía Experimental. (Diputación de Badajoz)
La Gamonita
Con grave voz me comentó mi padre
asiéndome la mano,
hijo, ese yermo que ven tus ojos
está todo colmado,
colmado está de lágrimas y llantos,
lleno de pies descalzos
de manos limpias y vencidos huesos,
de ideas transparentes.
Repleta está la mina
de relojes varados en el pecho,
de gritos retenidos
en los profundos túneles del alma,
de esperanza marchita,
de cólera, de carne cercenada;
llenas las galerías
de angustias y alientos mutilados.
De nombres femeninos
en labios lacerados por el miedo,
de miradas perdidas,
de juicios sumarísimos y muerte.
Y sin embargo mira como crecen
el lirio, la genista
y la amapola, rezumando vida
en ese erial de sombras.
Lección de libertad.
Era una mañana soleada de noviembre del 68, yo tenía en aquel momento once años de edad y me encontraba en los aledaños del mercado de abastos, ejerciendo de lazarillo.
Además de los diferentes puestos de carnes, huevos, verduras, especies, pastelería, legumbres, pescado y cereales entre otros, que había dentro del mercado, en el exterior, se situaban los hortelanos, ceramistas, artesanos… todos ellos con productos de elaboración propia.
No faltaban los tenderetes con ropas y calzados, otros, con molinillos de vientos y juguetes, vendedores de caramelos, pipas, azufaifas, altramuces, chufas y garbanzos tostados, había puestos con animales vivos, gallinas, patos, pavos.
Hombres vendiendo espárragos, tagarninas, pencas de cardos, te y manzanilla, tomillo, berros. Otros con caza menor: liebres conejos perdices; mujeres con pequeños baños de cinc repletos de carpas, bogas y ranas desolladas y ensartadas por docenas en juncos, cubiertas de un agua transparente.
Había un hombre vendiendo pájaros enjaulados, jilgueros en concreto.
Era ya la hora de recoger los puestos y el bullicio se hacía insoportable, todos brindaban sus productos con suntuosas bajadas de precios para los últimos artículos, entre esas ofertas estaba la del vendedor de jilgueros, quien ofrecía por un módico precio el último ejemplar que le quedaba en la jaula.
Un hombre joven se le acercó y solicitó del vendedor el precio del pájaro que quedaba enjaulado, aceptando el importe, rebuscó en su portamonedas y una vez hecho efectivo el acuerdo, pidió al vendedor que le entregase el jilguero, este, le advirtió al comprador que si se lo llevaba en la mano y apretaba demasiado podría asfixiarlo, o se le podía escapar si aflojaba en exceso, el hombre joven tranquilizó al vendedor, tomó al pájaro, lo miró y acto seguido abriendo la mano lo lanzó hacia el cielo; la cara del vendedor era un poema, el hombre joven sonrió y siguió su camino.
Yo nunca he olvidado el asombroso gesto de aquel vendedor de alas enjauladas ni la cara de felicidad de quien dio libertad a esas alas presas.