Nombre:
Juan Ramón Santos
Origen:
Plasencia (Cáceres) 1975
Identidad:
Autor de novelas, relatos y libros de poesía.
Contacto:
Nacido en Plasencia en 1975, Juan Ramón Santos es Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas y autor de novelas, relatos, poesía y libros infantiles. Trabaja como gestor cultural y entre 2015 y 2019 fue presidente de la Asociación de Escritores Extremeños.
Mantiene una sección dedicada a la reseña y recomendación de libros en la web www.planvex.es bajo el título “Con VE de libro”.
NOVELA
RELATO
POESÍA
LITERATURA INFANTIL
ANTOLOGÍAS Y LIBROS COLECTIVOS
TRADUCCIÓN
LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS
Tendría cuatro o cinco años cuando el abuelo Teodoro iba a buscarlo a la puerta del parvulario. El niño le daba un beso, el hombre lo cogía de la mano y juntos recorrían un trayecto que sabían de memoria y que arrancaba en la calle Encarnación, atravesaba la plaza de la Catedral, recorría un tramo de la calle Blanca y luego la calle Trujillo abajo, pasando bajo el cañón de la Salud y cruzando a continuación el río. Al otro lado del puente se despedían con otro beso y el niño volvía corriendo por escondidas callejuelas que serpenteaban hasta su casa en lo alto del cerro San Miguel. Durante ese breve recorrido, el abuelo lo entretenía contándole chistes, historias y chascarrillos que lo dejaban completamente anonadado y lo enviaban de vuelta a casa dándole vueltas y más vueltas a la cabeza. Un día, cuando pasaban delante de la puerta de la catedral, intrigado por la desmesura de semejante construcción –inconcebiblemente grande desde su baja perspectiva–, el niño preguntó tirando de la mano, Abuelo, ¿por qué la catedral es tan grande?, Porque cuando la levantaron los hombres eran enormes, respondió el abuelo, mucho más altos de lo que somos nosotros ahora. Pese a la ávida ignorancia de sus cuatro o cinco años, extrañado por tan insólita revelación, el niño lo miró con unos ojos muy redondos y bastante incrédulos, pero entonces el abuelo añadió irrefutable, ¿Es que no te has fijado alguna vez ahí dentro en los libros esos tan grandes que leían?, y el muchacho, con la boca abierta, recordando los formidables volúmenes que tantas veces había visto abiertos de par en par, recostados sobre el soberbio facistol en medio del coro, asintió del todo convencido pero profundamente preocupado, preguntándose cómo era posible que los hombres hubiésemos podido llegar a caer tan bajo.
(De Cuaderno escolar)
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LA ISLA
Recuerdo las mañanas de domingo,
cuando éramos pequeños y la isla
era un lugar agreste, algo dejado
de la mano de Dios y de los hombres.
Veníamos entonces con mi padre
y nuestros chándales azul marino
con la sana intención de hacer deporte
siguiendo un recorrido salpicado
de férreos artefactos que servían
para hacer intrincados ejercicios
y que hoy no pasarían, por lo rudo,
ningún proceso de homologación.
Mis hermanos y yo, en aquel entonces,
no dábamos la talla todavía
pero nos obstinábamos los tres,
con tesón infantil inquebrantable,
en cumplir la tarea señalada
mientras mi padre, para dar ejemplo,
se esforzaba entre leños y entre hierros
por alcanzar el número adecuado
de abdominales, saltos y flexiones
y, de paso, dejarnos boquiabiertos,
seguros de ser hijos de un titán.
Hoy la isla es un parque más diáfano,
con menos árboles y más caminos
y explanadas de césped verde y raso
que le dan un cariz muy europeo
y por nosotros ha pasado el tiempo:
mi padre al fin ha vuelto a ser un hombre,
mis hermanos son padres de familia
y ahora soy yo el que viene con mi hija,
y algunas veces nos encaramamos
en estos aparatos amarillos,
hoy tan sofisticados y ergonómicos,
y mientras ella juega bamboleándose
como en un balancín o en un columpio,
yo, del todo consciente de mi rol,
me esfuerzo entre jadeos y bufidos
en hacer ejercicio, disfrutando
del placer de ser héroe por un día.
(De Cicerone)