Nombre:
Iván Hernández Montero.
Nacimiento:
27/12/1977
Identidad:
Licenciado en Bellas Artes y escritor.
Enlaces:
Instagram: @deloxnerviox |
Contacto
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, y actualmente
terminando el Grado en Historia del Arte, comencé a escribir en la infancia, evolucionando hasta llegar a abordar la literatura como una de las expresiones artísticas que
completa los lenguajes personales que utilizo, como son el dibujo y la fotografía. Escribo poesía, relato y artículos de arte. |
- I Certamen Nacional de Ecopoesía "Salvar la Casa"
- Tercer Premio en el XX Concurso de Relatos “Víctor Chamorro" (2022) |
Publicaciones colectivas:
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Verano en Timoka
Anita Berlín posee la consistencia de una estrella vieja, desgastada
por el viaje larguísimo de las noches de trabajo, aguantando.
Dormir de día no es lo mismo, su cuerpo no descansa igual.
Pero ahora la noche es para los demás, ya no le pertenecen
ni las noches ni las sábanas ni los licores tomados. Desposeída,
y además con la sensación de estar luchando contra algo
que está más allá de sí misma, no la permite abandonarse del todo.
Compañeras son solo algunas, las menos, cordiales, insinceras.
Hasta que pasa algo grave, o hay que rebelarse. Entonces sí
son una sola voz. Pero de normal, cada una a lo suyo. Ni laca.
Como si hablasen distintas lenguas, incomunicadas entre sí,
se gruñen, se chocan en las duchas, muchos gestos obscenos
aprendidos a lo largo de los años, vigentes aún para ofenderse,
desprestigiarse. Las que se aman lo hacen a la vista, fuman con ansia
y se abalanzan, tienen orgasmos en cualquier lado. Apenas gritan.
Las tardes de siesta eternas bajo el calor, dentro del calor mismo.
En el dormitorio común olores transpirados mezclándose se acumulan
emborronan el aire y Anita Berlín solo piensa en escaparse hasta el mar.
Su ardor en el deseo de sumergirse entera y dejarse sanar por la sal,
consciente de que las heridas dolerán. Ella también sabe arañar.
En las literas las otras ensueñan, cada una con sus lamentos:
la que llama a su hija pequeña, la que murmulla en polaco
quizá también llamando a su hija, o a su madre, o a su gata,
la que se caga en el patrón, esa no sueña, la Lorenza siempre maquina.
El motor de los ventiladores. Las trampas para moscas. Zumbidos.
Ella vuelve a su mar, a su color azul, a su horizontalidad simple,
no hay nada más que una línea, es el descanso en el mirar.
Ella en las playas de Tarifa dejándose borrar la silueta con el viento
cuya fuerza arrastra la arena y golpea todas las capas de su piel tocada,
exfoliada por el huracán hasta que cada poro sea nuevo, sin mácula,
toda la piel recién nacida. Granitos en el pelo enredados sin remedio
en su centro de gravedad, acompañan los rizos, besándolos.
La textura del aire en la boca el salitre azotado, se lame
con la lengua un labio, luego un brazo, una rodilla. La cicatriz.
Muchos molinos giran a toda velocidad. Casi despegan.
Se ve allí, se sabe allí, en algún momento llegará, cruzará el país
sudado en autocares o camiones. Es el lugar perfecto para poder renacer.
Primero borrarse. Segundo sumergirse en sal. Tercero deslumbrar.
Anita Berlín, el meteoro antes de estrellarse brilla más fuerte.
“Qué va, cielo, yo nunca he pisado Alemania. Yo soy del sur.”