Nombre:
Pilar Galán
Origen:
Navalmoral de la Mata (Cáceres) (1967)
Identidad:
Relatos, novelas y monólogos de teatro. Profesora de Lengua y Literatura...
Contacto
Pilar Galán nació en Navalmoral de la Mata, en 1967. Es licenciada en Filología Clásica. Trabajó como becaria de investigación en la Facultad de Filosofía y Letras con una beca Manuel Castillo y posteriormente con una beca del Ministerio de Educación. Actualmente es profesora de Lengua y Literatura.
Escribe desde hace once años una columna de opinión Jueves sociales, en el periódico Extremadura. Es colaboradora habitual de programas de radio, y es vocal de la AEEX y coordinadora del Aula literaria J.M. Valverde.
Ha coordinado varios talleres literarios en Extremadura y Andalucía. También imparte cursos de narrativa en los Centros de profesores y en los institutos.
Ha participado también como escritora invitada a las Rutas literarias por Extremadura, impartiendo talleres a alumnos de otros centros de fuera de nuestra comunidad.
Ha participado en encuentros de lectura en centros de secundaria dentro del programa Escritores en las aulas, de la Subdirección General del libro.
También ha participado en las campañas de la editorial De la luna libros de acercamiento del teatro a las aulas, con textos sobre A. Machado, J.R. Jiménez, Lorca, Cervantes, La Celestina, Don Quijote, Góngora y Quevedo. Todos estos textos están publicados en distintos números de la revista La luna de Mérida.
Ha colaborado en diversos estudios sobre sintaxis, educación y las nuevas tecnologías en el aula.
Ha elaborado material didáctico para el aula de lengua y cultura clásica con el grupo de trabajo Ars Docendi, con el que obtuvo el premio Giner de los Ríos a la innovación educativa.
Cuentos
Novelas
Teatro
Recopilación artículos en prensa
Libros Colectivos, Antologías y Revistas
Ha publicado en revistas como Turia, Litoral, ídolos, Alcántara, Revista de Extremadura, Norbania, Baluerna, Atrio, El espejo, La luna de Mérida, Mangaancha, Alborayque o Muchocuento.
Ha ganado varios premios a la innovación educativa, entre ellos el III Premio Giner de los Ríos (premio colectivo al grupo Ars Docendi)
GESTOS
(columna ganadora del Premio Francisco Valdés)
Los gestos marcan nuestra vida más que las grandes gestas. Se puede aparecer en los libros de historia por haber descubierto América, pero a lo mejor lo único que te importa es el recuerdo de una caricia o el sabor de una comida de la infancia. Existen gestos comunes a casi todos: el primer beso, la torpeza increíble de esos labios que no parecen tuyos, el primer amor y sus desdichas, el cigarro compartido que provoca náuseas a la puerta del instituto, sacarse la camisa por fuera y pintarse los labios en el espejo del ascensor para que no lo descubran tus padres, el tartamudeo del dedo recorriendo emes por la cuadrícula azul de un cuaderno olvidado. Más adelante aparecen otros rituales que conforman nuestra vida, como la primera vez que agarras un volante como si fuera una tabla de salvación, o ese momento en que agarras a alguien igual que en tu primera clase en la autoescuela. Gestos de ira, de cariño, caricias aprendidas por manos que firman hipotecas, declaraciones de amor, contratos de trabajo o cheques sin fondo. Gestos que compartimos o que son solo nuestros, o al menos eso creemos para sentirnos distintos y a la vez cercanos; gestos que marcan transiciones en la vida, como acunar un niño, teñirse las primeras canas, leer con miedo el resultado de unos análisis. Y por último, gestos que te enfrentan con el espejo, como esa noche, quizá ayer mismo, en que arropas con cuidado el cuerpo castigado por los años de quien te arropaba en tu infancia. Hay en ese momento un tributo callado al paso del tiempo, una entrega de testigos en la carrera agotadora, dichosa y extrañamente circular que constituye la vida.
GORMITTI
Desde que llegaste, tus fuerzas de ocupación han invadido la casa. Abandonaron la lejana isla de Gorm para sitiar tu cuarto de juegos y mi vida. No es extraño, yo también preferiría este mundo a un lugar volcánico inhabitable. Aquí deben de ser más felices, aunque como son inexpresivos, no lo muestran; solo esgrimen sus muecas espantosas. Rojos como el fuego y retorcidos como la lava, no presentan ningún rasgo de hermosura. Son un tanto extraños, casi tanto como su nombre: Falena, Cortacuellos, Magnium o Devoramentes el místico, delirios del márquetin perfecto que los ha creado. En mi época los invasores se llamaban genéricamente clics de Playmobil y mucho antes, eran héroes anónimos divididos en indios y vaqueros. Y no poblaban islas, sino barcos piratas, castillos medievales o fuertes Comansi.
Los tuyos son Gormitti, y viven con nosotros hace un año. Encontrárselos de noche no es agradable y no me gusta que trepen a tu cama. A veces, sus aristas me sorprenden cuando camino descalza por la casa y maldigo el plástico duro del que están hechos. Incluso hay días en que no sé cómo, se cuelan en el bolso y mis dedos rozan sus bordes imprevistos cuando trato de buscar las llaves. O bajan a mi coche, o aparecen de pronto en mis zapatos. Vivos porque tú les das vida, sonrío cada vez que los encuentro y acaricio su hocico o sus tentáculos. Habitan lugares recónditos, como el hueco del sofá o la última estantería. Juegas con ellos, pero olvidas devolverlos a su isla cada noche.
Y cada mañana, al recogerlos, me causa una ternura infinita que vinieras a poner todo en su sitio y al mismo tiempo a dejar todo en desorden.
(Paraíso posible, de la luna libros)
ORACIÓN LINGÜÍSTICA
Mi suegra dice te se y me se, y asín, mientras la eternidad es una tarde de domingo atrapada en la mesa camilla de su casa.
Mi hijo pequeño dice sidericordia, y nos reímos. En el colegio estudia que los verbos indican acciones, y se buscan en el diccionario a través de los infinitivos. Ar, er, ir. También confiesa que confunde verbos y adjetivos, y que la lengua le aburre porque tiene que escribir renglones y renglones, y copiar los cuadros amarillos.
Mi madre no dice nada. Musita palabras sin sentido, o te mira fijamente intentando reconocer el camino de vuelta ya olvidado. A veces tose, o empieza a gemir y sobrevuela un conato de esperanza, que se diluye enseguida.
Mi hijo mayor escribe tqmuxo, y volveré trd. Bs.
Mi jefe dice reestructuración y objetivización adaptizada de contenidos actitudinales. Y luego plis, traime un café, porfa, enseñando unos dientes manchados de nicotina.
Durante el día, mi marido y yo cruzamos insultos y reproches, con el desafecto rápido de antiguos conocidos.
Por la noche, cuando todos duermen, hablo sola.
En el principio fue el Verbo, dicen.
Del final no dicen nada.
Porque estamos saciados de desprecios.
Sidericordia, señor, sidericordia.
(Tecleo en vano, de la luna libros, Mérida)