Fernández Correas, Víctor.


Nombre:

Víctor Fernández Correas

 

Origen:

Saint Denis (Francia) 1974

 

Identidad:

Freelance (o de todo un poco) y escritor.

 

Página web:
http://victorfernandezcorreas.com/

 

Contacto

contacto@victorfernandezcorreas.com



Biografía

Nací en Saint Denis (Francia) en 1974. Hijo de extremeños emigrantes, de Valverde de la Vera (Cáceres). Profesionalmente gasto mi tiempo y ocupación en eso que se llama freelance o de todo un poco: periodista, consultor de comunicación, gestor de redes sociales, redactor de notas de prensa y comunicados… Tecnologías de la información, pequeña y mediana empresa, editoriales, empresas de formación. De todo un poco y variado. Para no aburrirme.

He publicado tres novelas: La  conspiración de Yuste (2008), La tribu maldita (2012) y Se llamaba Manuel (2018), más otra en camino que será editada en 2022. También he participado en diversas antología (Cervantes tiene quien le escriba, Un 4 de febrero, Tinta de olivo), y he recopilado relatos en la antología La vieja calle donde el eco dijo. Uno de ellos, premio del jurado en el Primer Premio Internacional de Relato Corto sobre Olivar, Aceite de Oliva y Oleoturismo, organizado por la asociación MásQueCuentos (MMQC), se ha convertido en el corto 'Love Aove', dirigido por Luisje Moyano.


Premios

Primer Premio Internacional de Relato Corto sobre Olivar, Aceite de Oliva y Oleoturismo, organizado por la asociación MásQueCuentos (MMQC), por el relato 'Del color del aceite', posteriormente convertido en el corto 'Love Aove', dirigido por Luisje Moyano.


Obra publicada

 

· La conspiración de Yuste, editada por La esfera de los libros en 2008. 

· La tribu maldita, editada por Temas de hoy, en 2012. 

· Se llamaba Manuel (2018) editada por Versátil Ediciones.

· Antología Cervantes tiene quien le escriba, editada por Ediciones Traspiés en 2016 

· Recopilación Tinta de Olivo, editado por Editorial Lieberman en 2018, 

· Un 4 de febrero, a beneficio de la Fundación Aladina, editada en febrero de 2019. 

 


Textos

Relato 'Un bar al pie de la muralla'. Antología 'la vieja calle donde el eco dijo...

 

El bar es pequeño. Tres mesas repartidas por el local y cuatro sillas alrededor de cada una. Una barra alargada decora el frente. En su costado, un servicio unisex. Un bar de paredes encaladas y decoradas con fotos de épocas pretéritas de la vida de la ciudad. Un bar de los de siempre, con solera. Un bar con el sello de autenticidad eternizado. 

 

Un tipo entra en él porque casi se lo está haciendo encima. Cosas de la vejiga cuando llega a un punto de no retorno, y la suya ya lo ha alcanzado. Por eso ha entrado en aquel bar.

 

Apenas aparta la cortina de la puerta ya está pidiendo un café con leche para, con celeridad, recorrer los pasos que le separan del servicio. Es al regresar a la barra cuando la ve. Cierto es que no hay nadie más en el bar, pero aun así sólo se hubiera fijado en ella. Ella es quien reina detrás de la única barra de bar que ha visto abierto. Morena, pelo largo y ojos verdes. Embruja.

 

― ¿Cómo desea la leche, fría o caliente?

 

―Templada ―responde él aproximándose a la barra con paso lento. Coge una de las tres banquetas que esperan compañía y se sienta.

 

―Café con leche templada.

 

Él la observa mientras ella le sirve el café. Le habían dicho que las mujeres de aquella ciudad son guapas, muy guapas. Pero ella… Levanta la mirada, choca con la de la chica, pero la baja de repente casi asustado; como si se avergonzara de haber escrutado con demasiado detenimiento a la chica de aquel bar tan vacío como la soledad de su alma. En cambio, ella sonríe. «Esa sonrisa ―piensa el tipo―. Lo que debe de ser despertarse en su compañía todos los días. Dar motivos para alimentarla».

 

―No eres de aquí, ¿verdad? ―La camarera se decide a hablarle tuteándolo.

 

Él no contesta. El tintineo de la cuchara es el único sonido que se escucha en el bar. Remueve el café con la mirada clavada en el suelo. Hasta que no le queda más remedio —el cuerpo y el alma se lo piden— que levantarla, y se encuentra de nuevo con la misma sonrisa, con los mismos ojos verdes, con el pelo negro y liso que se despeña por la espalda de la muchacha.

 

―Sólo estoy de paso.

 

La voz del hombre ha sonado temblorosa. Le asustan algunas mujeres. Las más bellas. La que tiene enfrente lo es. 

 

—¿Por qué te tiembla la voz? —le pregunta.

 

Él se encoge de hombros, sin más. ¿Qué puede contestar?

 

―Me encantan tus ojos…