Nombre:
Elena Álvarez
Origen:
Olivenza, 1994
Identidad:
Graduada en Turismo y Novelista.
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Contacto
Elena Álvarez Rodríguez (Olivenza, 1994) es graduada en Turismo por la Universidad de Extremadura. Ha trabajado como profesora de idiomas y en el sector del turismo para diversas entidades. Enamorada de los viajes, la música y, sobre todo, de los libros, en su web esquinasdobladas.com comparte su pasión por la lectura y la escritura, aficiones que la definen desde la infancia.
Ha publicado hasta la fecha tres novelas de corte histórico, su género predilecto, con las que ha conseguido una excelente recepción de los lectores: «Cuando la luna brille» (Tandaia, 2016), un romance imposible ambientado en la época de los vikingos; «Esa nube tiene forma de oveja» (Letrame, 2019), la desgarradora historia de una familia separada por el Muro de Berlín y, en 2022, «Un elefante bajo el parasol blanco», que sigue el camino de una mujer que decide tomar las riendas de su futuro en la Indochina de la Segunda Guerra Mundial, publicada por Plaza y Janés.
Cuando recuperé la capacidad de raciocinio y miré a mi alrededor, lo primero que advertí fue el chorro de sangre; muy rojo, corría desde la nuca de Sukenori, superpuesto a los lamparones de sudor de la camisa.
Alguien gritaba y yo me uní.
Del morro del auto, extrañamente incrustado en el tronco del árbol, brotaba una columna de humo. Como un cigarro gigante.
Tosí y algo entre mis costillas protestó.
Miré a Sukenori de nuevo; quizá esperaba que se levantara y chasqueara la lengua, como cuando lo había hecho parar el coche. Pero la montura de las gafas se le había enredado y el alambre dorado le hilvanaba la carne bordándola con cristales.
Y, de pronto, había salido del vehículo —¿me habían sacado?— y corría carretera abajo, sin haber comprobado siquiera si aquel pobre hombre cubierto de sangre seguía respirando.
Quise volver, pero por alguna razón seguí corriendo, sin mirar atrás, sin parar a cambiarme de zapatos, con las náuseas de nuevo reclamándome; no era capaz de detenerme.
Una alfombra de mangos, amarillos y maduros, me perseguía.
Me di cuenta de que algo —una mano, una mano firme— me guiaba justo por el límite entre la carretera y la tierra, al abrigo de los recortes de sombra. Y me dejé llevar por aquella mano que estaba unida a un brazo y a toda una persona, que de cuando en cuando se giraba y me miraba con unos ojos que yo conocía —¿de qué?— y seguía tirando de mí.
Un elefante bajo el parasol blanco (Plaza y Janés, 2022)