Nombre:
Julio Alejandre Calviño
Origen:
Madrid (1964)
Identidad:
Novelista.
Blog: laotraliteratura.com
FB: https://www.facebook.com/julioalejandreescritor
Instagram: jac.alejandre
Twitter: @JAC_alejandre
Contacto:
Oriundo de Malcocinado, nací en el Madrid de los sesenta, en pleno "baby boom", y la llegada del hombre a la luna me pilló con pantalones cortos. Estudié Magisterio en la Autónoma y Ciencias de la Educación en la Complutense. Durante más de una década viví en Centroamérica, dedicado en cuerpo y alma al duro pero agradecido oficio de cooperante. De aquellos años me quedaron unas cuantas arrugas, el amor por la literatura hispanoamericana y una colección de historias para contar. En la actualidad resido en Azuaga, Badajoz, y compagino la literatura con la educación. Formo parte de la Asociación de escritores Entre Pueblos, de la Campiña Sur, he obtenido algunos premios literarios, publicado varios libros y soy autor del blog La otra literatura.
Ha obtenido premios en certámenes de relato y novela. Entre ellos el XXIII Premio Unicaja de relatos, Málaga; el XXXIV Concurso de cuentos Emiliano Barral, Segovia; el XI Premio de novela Casino de Lorca, Murcia; el XLIX Premio de cuentos Lena, Asturias; el I Premio de Narrativa Universidad Complutense de Madrid; el XVIII concurso de narraciones cortas Villa de Torre Pacheco, Murcia; el V Certamen de relatos cortos Zenobia, Moguer, Huelva; el IV Certamen de relato corto Gerald Brenan, Alhaurín El Grande, Málaga; el XII Concurso de relatos de Murchante, Navarra; el XIV Concurso de narrativa corta Real Villa de Guardamar, Alicante; y finalista del VII Concurso de novela Histórica Ciudad de Úbeda, Jaén.
https://elgabinetedekaligari.blogspot.com/2018/07/seis-mil-lunas14-relatos-de-lucha-y.html
https://bitacora-pasiones.blog/2018/05/29/seis-mil-lunas-bitacora-de-mis-pasiones/
https://elcamaleonfatigado.wordpress.com/2018/04/04/julio-alejandre-calvino/
http://freelander.es/cineylibros/reporte-de-una-boda-y-un-entierro/
"Los hechos de la vida, bien que regidos por Nuestro Señor desde los cielos, para nosotros los mortales, que los vemos y padecemos en la tierra, se asemejan en su desarrollo y concatenación a la tela que fabrican las arañas, con hilos tan leves e invisibles que no se siente su peso ni se sospecha su existencia hasta que estamos presos en ella, sin posibilidad ni manera de escapar. Pareciera, pues, que la suerte de cada cual no se forja golpe a golpe, como consecuencia de los actos y decisiones presentes y pasadas, sino que hilo a hilo es tejida por una caprichosa providencia desde el mismo momento en que nacemos.
Siendo así, para hallar el cabo de la madeja de mi destino habría de remontarme a un día, ya lejano, del año setenta y tantos, cuando el siglo andaba más que maduro.
Fue mi madre Luisa Huillac, hija de una de las damas de compañía de la princesa Cuxirimay y de un soldado de las huestes de Francisco Pizarro, a quien le fue entregada como botín de guerra en reparación, al parecer, por unas joyas de hermosa filigrana y mucha pedrería que mi abuelo había obtenido en el expolio de un palacio y que el conquistador le requisó para enviarlas como presente personal al emperador don Carlos. Pese al origen tan arbitrario de tal unión y a lo poco que duró, pues mi abuelo casó después con una dama de blanca piel y rancio abolengo, mi madre juntó en su persona todos los dones de ambas razas, nobleza y bondad, encanto, ligereza, valor y resistencia, y una belleza que es difícil encontrar ni en una tierra ni en la otra, por lo que mi padre se se enamoró de ella y la mimó y adoró hasta que el buen Dios tuvo a bien llamarla a su lado.
Diego Torres, mi padre, fue de los llegados de Castilla después de la primera conquista, cuando ya estaba hecha la ocupación, como soldado para pacificar el Perú después del alzamiento de Gonzalo Pizarro. Al terminar aquel periodo de guerras civiles y revueltas, mi señor padre dejó la pica y el arcabuz, asentó la cabeza y, aunque nunca tuvo ni recibió encomienda, consiguió licencia para establecer hacienda en el valle de Zaña, donde fundó familia junto a mi madre y salió adelante con ella, pues era hombre esforzado, diligente e ingenioso.
Así pues, si bien legítimo e inscrito como español, soy lo que en estas tierras llaman castizo, o cuarterón, término que anuncia el cuarto de sangre india que corre por mis venas. Lejos de amilanarme, yo siempre me he enorgullecido de mi linaje y jamás he hecho mayor cosa por ocultarlo, pero es bien sabido que en este Nuevo Mundo la mezcla de las sangres, y aún la proporción de dicha mezcla, es estigma que lo persigue a uno desde la cuna hasta la tumba, y, por más que se pretenda ignorar, tiene su inevitable peso, como más adelante se verá, en el devenir de nuestras vidas".
Las islas de Poniente. Capítulo I.